Venezuela: momento de Toma y Daca

Por: Avidel Villarreal

Durante mi época de estudiante en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, era famosa una anécdota sobre uno de los más célebres juristas panameños. Al ser consultado sobre la interpretación de una norma o artículo de ley, su respuesta inmediata era: “¿De qué lado estamos, del demandante o del demandado?” Esta respuesta subrayaba claramente que su interpretación dependería de la posición que defendiera en el caso.

Luego la vida me ha favorecido con la oportunidad de tener una exitosa trayectoria como estratega político y consejero de gobernantes. En cada ocasión son muchas las oportunidades en las que me ha tocado dirigir negociaciones, crisis y hacer recomendaciones que terminan en decisiones importantes. Siempre tomando en cuenta el interés de los clientes, pero aferrados al sentido de realidad, porque no siempre lo deseado se compagina bien con lo posible. Toca a los consejeros ser muy realistas y proponer soluciones factibles, y en la medida de lo posible, donde todos se sientan razonablemente satisfechos.

Todas estas anécdotas e ideas han estado presentes en mi pensamiento preocupado por las difíciles circunstancias por las que está atravesando Venezuela. Cuando la realidad está tan polarizada y las emociones parecen determinar el curso de los acontecimientos, los que todavía podemos marcar distancia tenemos la obligación de hacer un aporte realista, partiendo del entendimiento del fenómeno político.

En un conflicto lo que priva es la fuerza relativa de las partes. Desde allí, la justicia tiene que abrirse un espacio realista que no siempre es lo que la gente esperaba en un primer momento, pero que, si se maneja apropiadamente, va a significar un avance para unos y otros.

Comencemos por un primer diagnóstico de la realidad. La crisis política Venezolana no tiene solución directa e inmediata a través de un proceso electoral. Las características institucionales del país en este momento y la relativa indefensión de los ciudadanos tienen que formar parte de un adecuado análisis.

La verdad es que, lamentablemente, situaciones como estas ya han ocurrido en otras épocas en otros países de América Latina. Las experiencias de momentos críticos vividos en Panamá, Chile, Argentina, Bolivia, Nicaragua, entre otros, nos marcan una ruta precisa y frágil de cuáles son las opciones que se pueden plantear.

La crisis política en Venezuela ha perdurado por mucho tiempo. Sus ciudadanos han soportado más de un cuarto de siglo de enfrentamientos agotadores, tanto en las instituciones como en las calles, lo que ha provocado una inexplicable ruina social, el colapso económico, una persecución política que desafía toda lógica, el éxodo masivo de la población y el exilio de gran parte de sus políticos más destacados. En este punto, ni quienes gobiernan logran aplacar a la población, incluso con el respaldo de todo el aparato institucional, ni quienes se oponen consiguen el reconocimiento de su legítimo derecho a la alternancia en el poder. El juego está trancado.

El proceso electoral del 28 de julio se debe ver como el acto inicial que conllevará a una solución pactada. Y es aquí en donde entra y asume el protagonismo el Toma y Daca como esencia de la negociación. Dada la polarización se requiere de inmediato un grupo de negociadores creíbles y confiables para ambas partes. Que tengan muy claro que su objetivo es darle al país condiciones de paz, progreso y respeto a las libertades y derechos.

Ambas partes deben ser consideradas. Por lo tanto, antecede la necesidad de un mutuo reconocimiento y la debida valoración del statu quo. Sobre eso se tiene que trabajar teniendo presente los siguientes criterios:

Valoración y comprensión de los intereses de ambas partes: No se trata solo de lo que las partes digan lo que quieren, sino de por qué lo quieren. Identificar y entender estos intereses permite encontrar puntos en común y oportunidades para el intercambio. Desde el primer momento hay que intentar la conformación de un espacio de coincidencias, objetivas y racionales.

Definición de las alternativas factibles a la negociación: Hay que construir conjuntamente el tablero de las alternativas a un acuerdo negociado. Usando la pedagogía del realismo cada una de las partes deben tener claro cuáles son sus mejores opciones si no se llega a un acuerdo. Si cualquiera de las opciones es peor que el intento de negociar se establece un marco de referencia para evaluar cualquier propuesta y determinar si es mejor que las alternativas disponibles.

Tener a mano el inventario preciso de las opciones: El mediador tiene que construir un mapa con las múltiples opciones mutuamente beneficiosas, antes de tomar decisiones. Para que una negociación produzca resultados estables es necesario satisfacer los intereses de ambas partes.

Legitimidad: Los acuerdos deben ser percibidos como justos y basados en criterios objetivos. Esto implica utilizar estándares o normas que ambas partes consideran legítimos para fundamentar sus propuestas y decisiones.

Liderar y promover una relación sana y transparente con todos: La relación entre las partes es un factor crucial en la negociación política. Mantener una relación constructiva y positiva facilita la comunicación y la colaboración.

Yo he sido un observador cercano y preocupado por lo que ocurre en Venezuela. Entiendo a la política como procesos de aproximación sucesiva en donde confluyen consideraciones asociadas a las ganancias sociales y a los costos que se deben pagar. Estos últimos tienen que ser mínimos, sobre todo si nos referimos a las víctimas de pobreza o violencia.

Hacer viables estos procesos requiere la más genuina disposición a ceder con el fin de entender que para recibir hay que dar. Si no le damos a esta crisis el sentido que estoy planteando, las consecuencias las pagan sobre todo los grupos más vulnerables, pierden los venezolanos y pierde el mundo como civilización. 

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