México afronta con optimismo y esperanza los próximos seis años. La oferta política de transformación para el bienestar tiene una agenda exigente de realizaciones que deberán emprenderse con eficacia y talante democrático. Desde esta tribuna deseamos que las y los mexicanos vean honradas sus expectativas de un gobierno que siga pensando en todos, pero sobre todo en los más vulnerables, que esperan más justicia, más seguridad y más oportunidades.
El nuevo gobierno tendrá un conjunto de desafíos que deberá abordar con serenidad y prudencia. El primero de ellos será el resguardo de la salud y vigencia de las instituciones democráticas que están fundadas en los balances de poder, la autonomía de los poderes públicos, la vigencia del estado de derecho y el necesario diálogo con los otros grupos de la oposición, con la disposición de intercambiar ideas y posiciones, en el marco de un sano y vigoroso pluralismo. La presidenta deberá abrir espacios al diálogo y velar porque todos tengan la oportunidad de aportar sin sentirse abusados por una mayoría aplastante y demoledora.
El segundo desafío tiene que ver con la eficacia de la gestión pública, para resolver los problemas que todavía siguen vigentes y fortalecer la seguridad ciudadana, a veces emboscada por grupos interesados en generar el desasosiego y el temor. La confianza depositada en el nuevo gobierno y el reconocimiento al liderazgo del presidente saliente como fundador del humanismo mexicano y pionero de la Cuarta Transformación son ventajas que podrán ser usadas a favor de un nuevo impulso. Sin embargo, no hay demasiado tiempo para romper la inercia y marcar la nueva identidad de este nuevo período.
El tercer desafío es el fomento de la empresa privada y las nuevas inversiones. Una economía que debe dar empleo y bienestar a más de ciento treinta millones de habitantes, deber mantener la tasa de crecimiento y aprovechar todas las oportunidades que se le ofrezcan. La confianza inversionista se alimenta de reglas claras, estabilidad institucional, diálogo social y pocas intervenciones indebidas en el sistema de mercado.
El cuarto desafío es el manejo adecuado y armónico de la transición entre una época marcada por el liderazgo carismático de Andrés Manuel López Obrador y la que va a inaugurar Claudia Sheinbaum. La continuidad estará llena de exigencias de darle sentido e identidad a la nueva etapa. La nueva presidenta deberá conseguir su propio estilo y cadencia, sin apelar constantemente a las comparaciones y pensando siempre en lo que más convenga al país.
No podemos olvidar que México junto con Brasil son las democracias más importantes del hemisferio. No solo por la extensión territorial, también porque mexicanas y mexicanos son el 20% de la población de América Latina. Que esta etapa pueda preservar la democracia y mejorar la condición de sus ciudadanos es una fuerte razón para la esperanza. El privilegio de gobernar requiere prudencia, fortaleza de carácter, determinación y compromiso. Serán muchas las crisis que se tendrán que sortear y también abundantes las ocasiones en las que, en la soledad del poder, se tendrá la ocasión de saber cuan frágiles son las posibilidades de mantener el rumbo en la dirección deseada.
Me queda la satisfacción de saber que un país tan querido ha depositado su confianza en un proyecto que tiene vocación de realizaciones. Dios siga acompañándolos.